RECONSTRUIR EL FANTASMA

Folclor, primer disco de Demoledor, el nuevo proyecto de Jhona Lemole, evidencia que estamos ante un artista de culto.

Tapa de Folclor, ilustración Ross Keegan inspirada en retrato de María Pía Galvalisi

Te das cuenta cuando un artista es distinto porque ves un montón de gente medio frenética y ansiosa tratando de encasillarlo en algún compartimento, buscando la taxonomía que explique que sí, lo que hace este artista se llama de tal manera. En el caso Jhona Lemole el desconcierto que genera es tal como para que muchos ni siquiera se animen a reconocer que no entienden lo que están escuchando.

Demoledor, su último engendro, no se parece a nada pero tiene un poco de todo. No sabíamos que lo necesitábamos y ahora se nos antoja imprescindible. Es un proyecto que se impuso sólo frente a Lemole, quien a esta altura no tiene la más mínima idea de lo que está haciendo y se remite a traducir a las musas, que más que visitarlo directamente lo hacen padecer un síndrome de Estocolmo que lo tiene constantemente inspirado. Y esto es lo más relevante del proyecto, porque un paso más adelante de Celebrar(2021), el último disco que Jhona había editado como solista, corría el riesgo de ser extremadamente empalagoso y hasta regodearse en la melancolía. Hay una inteligencia artística en saber cuando hacer un paso al costado y dejar que el arte corra como el fuego en la pradera. Lo que está sucediendo responde a los oficios de un orfebre del sonido que ha parido un disco vampiresco. Folclor es un vampiro emocional que se alimenta de quien lo escucha, es una placa que se completa con quien está del otro lado del auricular. Sugerentes silencios incómodos lo llevan a uno a completar los huecos con recuerdos, aromas y humedades.

Atrapar el movimiento

Cuando un músico lanza un disco al mar no sabe si será llorado por alguien o solamente va a naufragar hasta quedar atrapado en alguna red de pesca. En este caso, la sencillez actúa como un grito irreverente ante las modas, los lugares comunes y la falsa complejidad de quienes creen que para hacer una canción hay que revelarle algo nuevo al mundo. Esta pila de canciones no nos dice nada nuevo, lo que hace es descubrir cosas que, como un grillo, siempre estuvieron ahí y no podíamos ver. Folclor evoca ausencias alienígenas, nos da saudade sobre momentos de nuestra sensibilidad que jamás sucedieron y nos sacude hasta que Lemole finalmente nos explica la única razón por la que hizo todo esto al cantar «no creo en la muerte«.
Es el disco de alguien que observa el mar, entendiendo que ojear y observar no son lo mismo. Demoledor es un proyecto lanzado desde un abismo en una época de gente que se autopercibe como relevante sin serlo. Jhona Lemole compone música para recordarnos que los fantasmas son ficciones que siempre quedan por ahí deambulando. Espectros anfibios que van entre fantasía y realidad para susurrarnos que «No quedan más días, no quedan más pastillas, no le quedan más horas a nuestro mar«, como canta en Brutos y borrachos, el mejor tema del álbum.
Si la música para algunos es como un juego de piezas que encastran, estas piezas hoy son impuntuales y llegan tarde a tu vida, cuando ya fuiste derrotado. Pero llegan para explicarte que era más fácil de lo que parecía, que de todo laberinto se sale por arriba y te complicaste la vida innecesariamente cuando esto se trataba de detenerse frente al mar, contemplar toda esa agua trancada ahí hasta extasiarse y fundirse en una colección de antigüedades populares que amenace con hacerte sentir emociones en tiempos de neón, cristal líquido y Coltán, donde ya no queda espacio para practicar el sortilegio de escuchar un disco completo, donde el ritual de dejarse conmover por el arte aparece como algo que para algunos es incomprensiblemente aburrido, gris y apolillado.
Estamos bien acompañados, la vida se ha transformado en una torpe cinemática de movimientos silenciosos y al tanteo que ahora tienen un sonido de fondo que nos arrulla y otorga un sentido, como un montón de fotogramas seguimos quietos pero damos la ilusión de que las cosas se mueven, hacer canciones al final era mentirle un poco al tiempo.

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